MENSAJE DEL MINISTRO GENERAL A LA FAMILIA TRINITARIA

CON OCASIÓN DE LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Lit. Circ. 10/2023.

B.S.SS.T

MENSAJE DEL MINISTRO GENERAL

A LA FAMILIA TRINITARIA
CON OCASIÓN DE LA SOLEMNIDAD

DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

2023

MENSAJE DEL MINISTRO GENERAL A LA FAMILIA TRINITARIA
CON OCASIÓN DE LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

                                                                                                            Cart. Circ.10 /2023

B.S.SS.T.

Estimados miembros de la Familia Trinitaria:

Recibid todos vosotros, hermanos y hermanas, mi más cordial y fraterno saludo.

La Asamblea Intertrinitaria, celebrada el pasado mes de abril, fue un gran acontecimiento, no sólo para los participantes, sino para todos los miembros de la Familia Trinitaria; fue un verdadero regalo de Dios-Trinidad, puesto que nos permitió escuchar su voz, discernir su voluntad y testimoniar en hechos concretos su presencia, ya que nos situó al lado de los que sufren, de los que están solos, oprimidos o abandonados. Hemos vivido una intensa experiencia de Familia, en la que la memoria histórica de nuestros orígenes y de las primeras misiones de redención de los esclavos cristianos nos recordaron nuestro compromiso con los que sufren a causa de su fe. El reto que tenemos por delante es transformar esta intensa experiencia en un camino compartido. De aquí mi deseo de haceros partícipes de algunas reflexiones desde la experiencia vivida, para iluminar nuestro futuro.

  1. La primacía de la comunión fraterna.

Es fácil comprender el valor simbólico de esta asamblea de peregrinos. Nos reunimos para caminar juntos por los caminos del mundo dirigiéndonos hacia las periferias geográficas, culturales y religiosas, a fin de testimoniar el Evangelio. Esta asamblea fue un signo esclarecedor de nuestra misión en fidelidad creativa con el carisma de nuestros orígenes.

Sólo en el terreno de la comunión fraterna puede crecer la Familia Trinitaria y cada una de sus concreciones. La comunión es el corazón de nuestro carisma; por eso cada trinitario, laico y religioso, debe saber tejer la urdimbre de la fraternidad.  La especificidad y diversidad de cada vocación no debe abocarnos a la tentación de actuar cada uno por su cuenta. Tenemos una raíz común que alimenta las diversas ramas del árbol secular de la Familia Trinitaria. El carisma trinitario, ya desde sus orígenes, fue acogido y vivido tanto por religiosos como por laicos; de modo que cado uno de nosotros, según nuestro estado de vida, colaboramos en la misión redentora y misericordiosa encomendada por Dios a nuestro fundador y padre común San Juan de Mata.

La diversidad vocacional debe estar al servicio de la unidad, ya que la verdadera unidad se realiza valorando lo propio de cada vocación. En este sentido, la comunión no es confusión ni uniformidad, sino armonía de las diferencias.

Como nos ha recordado el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de las Vocaciones, «Sólo en la relación con todas las demás, cada vocación específica en la Iglesia se muestra plenamente con su propia verdad y riqueza. En este sentido, la Iglesia es una sinfonía vocacional, con todas las vocaciones unidas y diversas, en armonía y a la vez “en salida” para irradiar en el mundo la vida nueva del Reino de Dios.» [1]

El COPEFAT (Consejo Permanente de la Familia Trinitaria) tiene la tarea cada vez más preciosa de preservar y fecundar esta sinfonía en el seno de la Familia Trinitaria. Hemos identificado dos campos de colaboración y enriquecimiento mutuo: la formación específica y la solidaridad concreta con los cristianos perseguidos. Invito a todos a fomentar esta colaboración en todos sus aspectos, para preservar y fecundar la comunión, verdadera riqueza de nuestra familia religiosa. La formación y la misión específica fecundan nuestra identidad carismática y nuestro sentido de pertenencia, aún más preciosos en un tiempo en que vivimos una espiritualidad y una fe sin pertenencia.

  • La interculturalidad como valor y riqueza de la Familia Trinitaria.

La Asamblea puso de manifiesto la diversidad cultural de nuestra familia religiosa. La presencia de representantes de veintidós países y la diversidad de lenguas y formas de vivir el carisma trinitario son un gran regalo de Dios que nos enriquece a todos. El carisma trinitario tiene algo que decir y ofrecer a todas las culturas, su mensaje de libertad es válido para todos los contextos geográficos. Podemos decir que el carisma de San Juan de Mata es una bendición de Dios para todos los pueblos. Al mismo tiempo, cada cultura puede concretar el único carisma de un modo nuevo y original, según la «fantasía de la caridad» que el Espíritu suscita continuamente en la Iglesia.

En un mundo que construye barreras invisibles entre personas de distintas culturas y religiones, regido por el miedo a las diferencias, podemos ofrecer un gran testimonio de fraternidad.

La interculturalidad que ya experimentamos en las comunidades religiosas y en las fraternidades laicales es un don precioso confiado a nuestro cuidado y responsabilidad, que debemos gestionar con gran delicadeza y gran atención, nunca atrincherados en los propios puntos de vista, sino siempre dispuestos a escucharnos unos a otros y siempre atentos a potenciar el bien presente en los demás. La diversidad cultural y religiosa nunca debe convertirse en una barrera infranqueable, sino en un espacio de encuentro y crecimiento. 

  • La primacía del encuentro

El alma de toda familia es el encuentro y la coparticipación. La fe cristiana nace del encuentro con el Señor resucitado y nos orienta al encuentro con los demás. En este tiempo marcado por la crisis de los vínculos y la debilidad de las relaciones, estamos llamados a dar testimonio de la riqueza del encuentro y de la coparticipación. 

Nuestro carisma nos ayuda a construir una cultura del encuentro y del diálogo, que nos lleva a derrotar la cultura de la confrontación y toda forma de cerrazón. Sólo saliendo de uno mismo, del propio encierro y de la propia seguridad, cada uno de nosotros se encuentra a sí mismo y da sentido a su vida. No hay fraternidad sin encuentro.

La Asamblea Intertrinitaria fue un momento álgido y significativo de todo ello, pero hay también otras muchas experiencias en distintas partes del mundo, algunas están ya consolidadas, otras son aún emergentes. Cada vez es más necesario y conveniente promover estos momentos de sinodalidad también a nivel local, mediante una mayor implicación de todos nosotros y una mayor escucha recíproca. Cada momento que vivimos como familia tiene prioridad sobre cualquier otra iniciativa.

  • Volver a los orígenes para mirar al futuro: el dinamismo creativo de la fidelidad al carisma.

Como ya se subrayó repetidamente durante la Asamblea Intertrinitaria y se reiteró en el documento final, volver a los orígenes no es en absoluto una operación de arqueología espiritual, ni una vaga nostalgia de un pasado que nunca existió, sino hallar en la inspiración original de nuestro Fundador y en los comienzos de la historia de nuestra familia religiosa la pasión y el coraje que nos llevan a plasmar el carisma trinitario en los contextos en los que trabajamos al servicio de la Iglesia y del mundo. Lo cual significa tomar savia nueva de las raíces para que el árbol centenario plantado por San Juan de Mata siga dando hoy frutos abundantes. Como nos recordaba San Juan Pablo II, no tenemos «sólo una historia gloriosa que recordar y narrar, sino una gran historia que construir». Mirad hacia el futuro, hacia el futuro en el que el Espíritu os proyecta para hacer con vosotros cosas aún más grandes».[2] La memoria de los orígenes, plasmada en nuestro compromiso presente, nos ayuda a construir el futuro. Memoria, compromiso y esperanza se retroalimentan, hasta tal punto que no hay futuro sin memoria y no podemos responder a los desafíos del momento presente olvidando tanto el pasado como el futuro que nos espera.

  • El vínculo vital entre fidelidad, comunión y misión.

Fidelidad, comunión y misión van siempre de la mano. Todo gesto, palabra, iniciativa que vaya en dirección contraria a la comunión fraterna es una falta de fidelidad a nuestra identidad carismática y una falta de testimonio y credibilidad en el anuncio del Evangelio.

La misión es también una expresión de fidelidad al carisma. Además, nunca debemos olvidar que el sujeto de la misión no es la persona, sino la comunidad. En la misión, nadie trabaja a título personal. La comunión fraterna es fuente y fin de la misión.

Las indicaciones que contiene el documento final de la Asamblea Intertrinitaria perfilan nuestro camino futuro y mantienen siempre unidas las tres dimensiones antes mencionadas. Invito a todas las comunidades religiosas y fraternidades laicales a leer atentamente este documento para poner en práctica sus propuestas.

***

Dentro de unos días celebraremos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Ese día estaremos llamados a renovar «juntos» las promesas hechas a Dios el día de nuestra consagración. Será una ocasión preciosa para dar gracias a la Santísima Trinidad por todos los dones que nos ha concedido, pero también para pedir perdón por nuestras debilidades y por no haber respondido generosamente a su llamada.  

La celebración de la Santísima Trinidad nos invita a experimentar el misterio de Dios, a dejarnos iluminar por su luz, que da sentido a nuestra vida, a dejarnos calentar por su fuego de amor, a fin de llevar consuelo y esperanza a los que se sienten solos y abandonados. El misterio de la Trinidad nos revela que la unicidad de Dios no es soledad, su trascendencia no es lejanía, su omnipotencia no es poder aplastante.  Por tanto, Dios no es sólo eternidad, grandeza y plenitud, sino también proximidad, misericordia, fidelidad y un amor que nunca nos abandona.

La Santísima Trinidad, por tanto, nos revela el estilo de Dios que es comunión, relación, amor que tiende siempre a abrazar cada momento de la historia y a cada ser humano. Que nuestras comunidades y fraternidades sean una verdadera Domus Trinitatis, morada estable de la Santísima Trinidad, de la que todo parte y hacia la que todo tiende. Que nuestro testimonio sea «una de las huellas concretas que la Trinidad deja en la historia para que los hombres sientan la fascinación y la nostalgia de la belleza divina». [3] Que nuestra vida sea un reflejo del amor sin límites del gran misterio de Dios uno y trino. Que este gran misterio, del que estamos llamados a ser heraldos y testigos, sea fuente de paz y esperanza para toda la humanidad.

Roma, 21 de mayo de 2023

Solemnidad de la Ascensión del Señor

Fr. Luigi Buccarello O.SS.T.

Ministro general


[1] Francesco, Messaggio del Santo Padre per la 60ª giornata mondiale di preghiera per le vocazioni (30 aprile 2023).

[2] Giovanni Paolo II, Esortazione Apostolica Vita Consecrata, n. 110.

[3] Giovanni Paolo II, Esortazione Apostolica Vita Consecrata, n. 20.