La Orden de la Santísima Trinidad y los cautivos

Espiritualidad trinitaria

Una espiritualidad trinitaria

Dios Trinidad, piedra angular de toda experiencia cristiana y también de toda experiencia religiosa.

EL CARÁCTER PROPRIO DE LA ESPIRITUALIDAD TRINITARIA

INTRODUCCIÓN

1. Hablar del «carácter propio de la espiritualidad de nuestra Orden», supone que «Dios Trinidad» es el elemento eje de toda experiencia cristiana y hasta de toda experiencia religiosa. La pregunta es, por tanto, ¿cómo se percibe y experimenta a Dios en la espiritualidad cristiana de los hijos de Juan de Mata y cómo se integran y configuran los otros elementos de la experiencia de la Orden en torno a este Dios?

2. Por “espiritualidad de la Orden” se entiende sencillamente “la manera peculiar que tienen los hermanos trinitarios de encarnar, de vivir y desarrollar su bautismo, guiados por el Espíritu”. Usaremos los términos espiritualidad y experiencia de la Orden indistintamente.

3. Los elementos constituyentes de esta “experiencia de la Orden” los encontramos ya en la experiencia de la primera fraternidad de Cerfroid, en 1198, guiada por el santo fundador bajo la animación del Espíritu. Los años 1194-1198 pueden ser calificados como el “período constituyente” de la experiencia esencial de la fraternidad trinitaria, etapa que se prolonga hasta 1213, fecha de la muerte del fundador.
Las dimensiones constitutivas de esta “experiencia original” las encontramos “codificadas”, en la medida de lo posible, en la Regla aprobada por Inocencio III en 1198.

4. Como toda experiencia humana, aquella “experiencia original” está “situada” en un contexto histórico (teológico, eclesial, social, religioso) y entraña una gran fuerza “subversiva” en su profetismo. Hoy esta misma experiencia hemos de leerla e interpretarla desde nuestro contexto histórico para “revivirla” en él. La experiencia, en efecto, es vida y sazona sólo en contacto con la historia viva del momento. La historicidad es su marca indeleble. Aquella “experiencia original” hay que leerla, pues, históricamente, dinámicamente, situándonos entre los desafíos e interpelaciones de hoy.

5. Cuando hablamos del “carácter propio” de nuestra espiritualidad no nos estarnos refiriendo a elementos esenciales de nuestra espiritualidad que estén «ausentes» en otras espiritualidades cristianas como tales elementos. Dios, Jesucristo y su evangelio, Espíritu Santo, Iglesia, vida teologal y moral, hombre, historia, mundo…

 

I. CÓMO ES LA EXPERIENCIA DE LA ORDEN EN SUS ORÍGENES

Una experiencia no “formulada” teóricamente
La experiencia original de los trinitarios no aparece formulada teóricamente y menos aún sistematizada doctrinalmente. Al estilo de Jesús, el santo fundador y los de-más miembros de aquella fraternidad constituyente no nos legaron ninguna explicación teológica, doctrinal de su experiencia. Nos dejaron una “praxis” riquísima, una vida, un ideal evangélico encarnado y, luego, en la Regla como unas “flechas indicadoras”, para que, con la gracia del Espíritu, todos los trinitarios pudiéramos “reproducir” en la historia esa misma experiencia. Véase la Regla trinitaria- en ella la teología se ha trocado en vida, la teoría en praxis, en experiencia encarnada (“Creed a las obras”).

Una experiencia que nace como respuesta evangélico-social a ciertos desafíos
Evidentemente la experiencia de la fraternidad trinitaria original tiene “humus” histórico propio; nace en un contexto determinado como respuesta a unos retos. Este dato es importante: el binomio “respuesta-desafios” es lo que en cada época legitima el carisma trinitario en la Iglesia.

 

II. CÓMO SON PERCIBIDOS Y EXPERIMENTADOS LOS DIVERSOS ELEMENTOS DE LA EXPERIENCIA CRISTIANA EN LA EXPERIENCIA TRINITARIA

El hombre: maltratado, cautivo, pobre. (Const., 5, c.v.)
La experiencia específica de los hijos de Juan de Mata comienza con el encuentro con el hombre sumido en el “anti-reino”. Los dos cautivos del “mosaico” en torno al Re-dentor son componente constituyente de esta experiencia. Incluso la experiencia que Juan de Mata y sus hijos tendrán de Dios está condicionada por esta experiencia del “hombre en cadenas”. Es el tropel de los oprimidos (cautivos, pobres) y su cruel suerte lo que, impactando fuertemente el espíritu de los hermanos trinitarios, les lleva a clamar por un Dios Libertador.

En los hermanos trinitarios convergen dos “visiones” de hombre contrapuestas: por un lado, la visión cristiana trinitaria del hombre, de acuerdo con su teología antro-pológica. Ahí aparece la dignidad del hombre, su vocación, su destino… Por otro lado, la visión del hombre histórico, atracado en su dignidad, cargado de cepos y cadenas. Es esta injusticia histórica la que provoca en S. Juan de Mata y sus hijos, primero, desazón y, seguidamente, un compro-miso por su libertad, una búsqueda del Libertador. La experiencia del hombre “cautivo” es determinante en la experiencia de los hermanos trinitarios. Y cuando hablamos del cautivo estamos hablando de los “excluidos y oprimidos de nuestra sociedad y, en particular modo, de los per-seguidos y discriminados a causa de su fe religiosa, de la fidelidad a su conciencia o a los valores del Evangelio” (Carta del Papa).

2. La “Trinitas Redemptrix”
En el orden ontológico sería éste, obviamente, el pri-mer elemento. Pero el trinitaria llega de hecho a Dios, a impulso del Espíritu, remitido desde una experiencia de cadenas (físicas, sociales, morales, religiosas) en busca de salvación y de liberación. Tiene lugar entonces el encuentro “teologal” con el Dios Libertador que “ha visto la opresión de su pueblo en Egipto y ha bajado a librarlos” (Ex 7-8); con el Dios comprometido con la liberación del hombre. Dios amor del Padre “que tanto amó al mundo…” (Jn 3, 16), amor del Hijo expresado “hasta el extremo” (Jn 13, 1) y amor del Espíritu “derramado en nuestros corazones” (Rorn 5, 5) como surtidor de “caridad redentora”.
Evidentemente esta experiencia del Dios trinitaria de la fraternidad primera de la Orden tiene sus raíces his-tóricas en la profunda “sensibilidad” trinitaria de la Francia del s. XII, en un momento de gran fermento trinitario en la liturgia, teología, simbología, arte… Pero hay, sobre todo, en Juan de Mata y sus hijos una especial gracia “carismática”, una particular llamada del Espíritu por la que los hermanos trinitarios perciben y experimentan a Dios como “Trinitas Redemptrix” (Trinidad Redentora), engarzando en una única visión los misterios de la Trinidad, de la Encarnación y de la Redención (Cfr. Const. 36).

3. Jesucristo en la espiritualidad de la Orden
Hay un fuerte “cristocentrismo” en la experiencia de la Orden. Jesús de Nazaret se nos muestra en ella como Mediación, tanto para la experiencia de Dios (nos revela al Padre y nos entrega al Espíritu), como para el conocimiento pleno del hombre y lograr su libertad. En el Mosaico del monte Celio Jesucristo ocupa el centro con esta doble función. Jesús nos desvela el misterio trascendente de Dios, nos lo “narra” en su vida, sus obras, sus palabras. En Jesús, Dios se nos ha mostrado “Redentor”, el Dios de los cautivos. En el citado “mosaico” se accede a la Trinidad, representada simbólicamente en la “esfera”, a través de Cristo, Camino. En esa simbología trinitaria Jesús se nos ofrece como el “sacramento” de la misericordia liberadora del Padre, como redentor del hombre. Al lado de Cristo, en este mosaico, no hay ángeles ni santos, sino dos cautivos en proceso de redención. Los dos cautivos son esenciales en el cuadro. Por eso la Regla trinitaria, en su primer artículo, sitúa a los hermanos trinitarios en seguimiento radical de Jesús, de ese Cristo redentor del mosaico, eucarístico y pascual, “ser-para los demás”.
Es un seguimiento-configuración, “experiencia del Espíritu” en proceso permanente. A la eucaristía, en la espiritualidad trinitaria, no se la contempla separada de la Trinidad, sino como una revelación de la misma, como “Trinidad Eucarística”, Trinidad Redentora.
La tradición de la Orden y en especial el santo Reformador se encargará de poner en relieve este “cristo-centrismo” de nuestra espiritualidad.

4. El Espíritu Santo en la génesis y desarrollo de la experiencia cristiana de los hermanos trinitarios
El carisma trinitario es, en su génesis y en su de-sarrollo permanente, una “experiencia del Espíritu” (M.R. 11). Así empezó siendo en Juan de Mata “carisma de fundador” y luego, en sus hijos unidos al padre, “carisma de la fraternidad” trinitaria. La expresión “divinitus inflammatus” alude primariamente a esto.
El Espíritu, en primer lugar, nos desvela a Cristo, nos lo enfoca “carismáticamente” (su persona, su evangelio). Al mismo tiempo nos va “configurando” trinitarios, es decir, cristianos en la singularidad de nuestra vocación en la Iglesia. Merced a la “unción” especial del Espíritu los hermanos trinitarios participarnos “peculiarmente” de la consagración y misión de Cristo en la Iglesia, devenimos así “hijos” y “hermanos”, “personas para los demás” con mi-sión propia, como veremos.

5. En la experiencia de la Iglesia
La experiencia de la fraternidad trinitaria brota y se desarrolla en el seno de la experiencia de la Iglesia, de la “Iglesia de la Trinidad”, nacida toda ella de la Trinidad y que lleva el sello de la Trinidad. El carisma trinitario no lo ha creado la Iglesia, pero sí lo ha “reconocido” como don suyo al servicio del Reino, como una riqueza singular en la consagración y misión del Pueblo de Dios.

Esta “conciencia eclesial”, que es eco de una realidad objetiva, es importante en la espiritualidad de los trinitarios. Ella implica la “convicción” de encarnar un carisma propio en comunión con todos los demás carismas eclesiales y en complementariedad con ellos.

La relación de complementariedad recíproca es dimensión constitutiva de todo carisma cristiano. Sin ella el carisma ha muerto. Ello tiene grandes consecuencias en nuestra “presencia e inserción en la Iglesia local”, en el proyecto global de la Iglesia particular desde nuestro don característico, sin aislamientos que matan y sin renuncias a la “propia identidad”.

La Iglesia, se ha dicho, es una partitura que hay que interpretar bien. En la orquesta hay muchas voces, variedad de carismas. El director en la Iglesia local, es el obispo, la batuta la lleva él, pero la polifonía está en el coro. Hay responsabilidades recíprocas. Concluyamos diciendo que la experiencia de la Iglesia en nuestra espiritualidad es primordialmente “teologal” y teológica y, consiguientemente, jurídica.

6. La Virgen María en nuestra experiencia
La dimensión mariana es, en toda experiencia cristiana, un componente esencial. La encontramos clara-mente expresada en la experiencia original de la Orden, aunque sólo más tarde se llega a formularla. En la génesis de la experiencia trinitaria lo que hallamos es una vida mariana rica _favorecida por el clima mariano de la época_, una praxis litúrgica y una veneración subrayada a la Virgen. Más tarde, a medida que se formula la experiencia trinitaria, misericordiosa y redentora de la Orden, y en “sincronía” con la evolución mariana en la Iglesia universal, se perfila también mejor la “imagen” y el puesto de María en la experiencia de los hijos de Juan de Mata. En ese momento aparecen, significativamente, las vinculaciones teológico-espirituales entre la Trinidad, la Redención y la madre del Redentor. La Virgen María, en su advocación, sobre todo, “del Remedio”, actuó como impulso modelador de la fraternidad trinitaria redentora.

III. EL CARÁCTER PROPIO DE LA FRATERNIDAD TRINITARIA

1. La experiencia trinitaria es experiencia en fraternidad
La primera experiencia de la Orden tiene lugar cuando, en Cerfroid, se constituye la fraternidad original, animada por el Espíritu y guiada por el santo fundador Juan de Mata.

Todos sus miembros han sido llamados personal-mente, todos llevan hecha, cuando se juntan, una “expe-riencia del Espíritu”, experiencia pascual. Ahora esta expe-riencia la continúan en común, pues todos han sido con-vocados para un Proyecto común, el Proyecto trinitario redentor.

La dimensión fraterna, comunitaria, es, por tanto, otro elemento constituyente de la experiencia trinitaria en la Iglesia. Se trata, además, de una fraternidad con estilo y misión propios. ¿Cuál es su naturaleza?

2. Fraternidad consagrada, con nuevo título, a la Trinidad Redentora

Ya hemos visto cómo es el Dios de la experiencia trinitaria: el Dios del Éxodo (3, 7-8), sensible al clamor de los oprimidos, “con pasión” por la dignidad y libertad del hombre. A la vez fuente, modelo y meta del humano vivir. La “Trinitas Redemptrix”.

Dios Padre ha llamado a Juan de Mata y a sus hijos para que participen de la consagración y misión de su Hijo, “gloria del Padre y redención del mundo”. Para ello les ha ungido con una “especial unción” de su Espíritu (Lc 4, 18), para que en ellos la consagración bautismal madure en actitudes y opciones concretas, en compromisos trinitario redentores.

De este modo ellos, los hermanos trinitarios, “re-presentarán”, en la Iglesia y sociedad a Jesucristo de modo singular. A saber, ellos serán constituidos en heraldos “del nombre del verdadero Dios”, en “cultores especiales” de ese Dios y en “redentores” del hombre cautivo, de suerte que ellos se dediquen “con todas sus fuerzas, con obras y en verdad, a la gloria de la Trinidad y a la redención de los hermanos” (Const. 2). Por eso ellos se llamarán “trinitarios” y “redentores”, sus casas son “Casas de la Santa Trinidad y de los cautivos”, y la Orden entera, “Orden de la Santa Trinidad y de los cautivos”.

Su culto a la Trinidad, sin embargo, no se reduce a unas prácticas, devociones o fiestas, sino que su vida entera está marcada por esta finalidad de culto y gloria a la Trinidad: la práctica de los consejos evangélicos, en seguimiento de Jesús, como “consejo de amor”, la vida comunitaria y litúrgica, la misión redentora, el trabajo… todo apunta a ese objetivo (Cfr. Const., passim).

3. Fraternidad enviada: a redimir cautivos y a liberar a los oprimidos
Es una fraternidad a la que interpelan desde la historia unos retos definidos: los cautivos del momento, los perseguidos, los oprimidos. Hoy esta interpelación llega desde “los excluidos y oprimidos de nuestra sociedad, en particular modo, los perseguidos o discriminados a causa de su fe religiosa, de la fidelidad a su conciencia o a los valores del Evangelio”. “La gloria de Dios es que el hombre viva” (Ireneo) y sea libre. Por eso el Padre envió a su Hijo al mundo, para redimir al hombre de sus cadenas; por eso llama ahora a los hermanos trinitarios, para que continúen esa obra redentora a través de un servicio específico. A tal fin los ha constituido “redentores” ungiéndoles con una unción particular de su Espíritu (Const. 64).

4. Una fraternidad profética
La fraternidad trinitaria nace en el encuentro de una doble experiencia: del pobre-cautivo y de Dios Trinidad. Se presenta a la sociedad e Iglesia con una propuesta nueva, “alternativa”, con un mensaje profético. En ella desaparece la bi-polaridad “señor-siervo”, “poderoso-débil”, “rico-pobre”. En su lugar aparecen términos “subversivos”: “hermano”, “ministro”… Se proclama la igualdad entre todos los hermanos y el respeto a la persona de todos. Los débiles son los más mimados. Se subraya el diálogo, la corresponsabilidad de todos los hermanos, la comunidad del proyecto con una pluralidad de funciones.

Todo esto es “subversivo”, no sólo en la sociedad feudalista, sino en la misma Iglesia y en la vida religiosa, tentadas por el ansia de poder y de señorío. “Entre vosotros no será así” había dicho Jesús. Por eso la fraternidad trinitaria se presenta con otro “uniforme”, estilo evangélico, con categorías de hermandad y de servicio.

5. Pero hay más: la “subversión” continúa
Los hermanos trinitarios inauguran también un modelo de “relación nueva” en la sociedad. A su llegada la sociedad occidental y la Iglesia están enfrentadas con el Islam en una secular contienda: las Cruzadas. Esta lucha genera muerte y cautiverio en ambos bandos. Se enseña incluso que matar al infiel es honrar a Dios, pues no es un homicidio, sino un “malicidio”. Los hermanos trinitarios vienen con una actitud nueva veinte años antes que Francisco de Asís. Ellos se presentan como “testigos” de Dios Trinidad, del Dios Amor que no legitima ninguna violencia. Dios “vida para todos”. Los musulmanes odian al Dios trinitario, al que identifican con el Dios de los Cruzados, un Dios “deformado”. Los hermanos trinitarios anuncian públicamente el verdadero “nombre y rostro” del Dios de Jesús. Su nombre y su hábito tricolor revelan la presencia y la acción misericordiosa de ese Dios Trinidad en la obra liberadora de los “redentores”. Ese Dios Trinidad es el que, a través de los trinitarios, impulsa esas “relaciones” nuevas, humanitarias, desarmadas, de diálogo y de tolerancia, de intercambio, de convivencia nueva. Su única arma es la de la “caridad”, porque su modelo es Dios Amor. Los intereses de los hermanos trinitarios son los de Cristo, es decir, los cautivos y pobres.

La Cruz bicolor de los trinitarios es una denuncia abierta de cuantos se sirven de la Cruz de Cristo, no para salvar y liberar, sino para matar, para violentar. Por eso el Proyecto trinitario no es anti-musulmán, sino anti-cruzado. El papa Inocencio III lo presenta, en nombre de la cristiandad, al rey de Marruecos como una organización cristiana “con espíritu nuevo”. Por medio de ella Inocencio III tendrá contacto permanente y nuevo con el Islam. Por eso ha visto bien que Juan de Mata propagande el nuevo Proyecto en un lugar muy público, a dos pasos de su palacio papal, mediante el conocido mosaico (“signum”) en el monte Celio.

6.Pagan de persona el precio del rescate
En la fraternidad trinitaria, modelada en la confluencia de Dios Caridad y de los cautivos y pobres, ha surgido un estilo propio presidido por la caridad redentora. En ella ha florecido una “experiencia cristiana” nueva, una “re-presentación” inédita de Cristo en la historia, un camino nuevo de santidad: el “Camino trinitario” en la Iglesia. En ella hay mucho recorrido pascual.

Ellos se saben “redentores” y como tales están llama-dos a “entregar sus vidas” por la vida y libertad de muchos. De esta conciencia brota el estilo de vida de la fraternidad trinitaria, animado por la caridad redentora. Esta caridad impele a los hermanos a un estilo de vida, personal y comunitario, de sencillez, de sobriedad, de austeridad y de ahorro (Regla, passim). La lista de los cautivos y pobres es larga. La gran prueba de la verdad de su amor es compartir sus vidas, sus personas, sus bienes y hasta sus propias casas con esos hermanos necesitados. De esta exigencia brota el artículo 2º de la Regla con tantas repercusiones en toda ella. Así nace la “Caja de la redención”.

7. El Proyecto trinitario redentor que Juan de Mata puso en marcha en la Iglesia y sociedad, “divinitus inflammatus”, tiene una enorme proyección en la historia. Por eso el Espíritu Santo abre, desde el inicio, el abanico de llamadas y convoca areligiosos, a religiosas de vida activa y contemplativa y a laicos, sin descartar al ministerio ordenado. De este modo la liberación podrá llegar más caudalosa, por cauces diferentes, a espacios sociales más amplios y desde experiencias carismáticas múltiples. Todo ello es obra del Espíritu. El carisma y la espiritualidad trinitarios se configuran así en la Iglesia con un “carácter familiar”: Diferentes personas y grupos cristianos parti-cipan de la misma llamada, comparten el mismo espíritu trinitario redentor y están comprometidos en un “Proyecto común” dentro de la Iglesia. El proyecto nació con “sello familiar”, como familia trinitaria. Hoy, en el contexto teo-lógico-eclesiológico actual, esta vocación “familiar” reclama con urgencia formas de vivir y de actuar inéditas que apenas han sido rastreadas aún entre nosotros.

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NOTAS

1. ¿Preguntas? Toda la reflexión es una interpelación permanente, preguntas en carne viva. Cada comunidad y cada hermano hemos de preguntamos en qué medida somos “trinitarios”, conforme a la imagen que hemos intentado recordar. Qué potencialidades de nuestro carisma debemos activar hoy, qué aspectos corregir y cuáles profundizar de cara al s. XXI.

2. Bibliografía: Hoy, gracias a Dios, existe mucha. He aquí algunos trabajos:
-CIPOLLONE, G., Studi in torno a Cerfroid; Cristianità-Islam;
-LLONA, G., Fundador y Redentor, Juan de Mata;
-BORREGO, Juan, la Regla Trinitaria;
-AA.VV. in Trinitarium (Diversi Numeri) e Studi Trinitari;
-Le conferenze del Congresso sulla Regola Trinitaria, Roma, 1998, pubblicate sotto il titolo “Liberazione dei captivi tra Cristianità e Islam.”

Ignacio Vizcargüénaga

Una espiritualidad marcada por la historia

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